Planeta: Ahora o nunca más

La Casa-Museo León y Castillo de Telde organiza del 21 al 23 de junio un seminario sobre progreso sostenible, derechos humanos y naturaleza, en cuyo foro seis reputados científicos de diversas disciplinas reflexionarán sobre el tiempo que le resta al extenuado Planeta para gritar ¡Basta¡

Para el doctor Jesús Soriano, presidente de la Fundación para el Progreso y el Conocimiento FUNPROCO y director de la iniciativa, ahora que la estabilidad actual del orden mundial está más cuestionada que nunca, es aún más importante “la contribución desde la Ciencia para que las generaciones futuras puedan disfrutar del planeta y no sufrir como consecuencia de su deplorable estado”. El citado encuentro se propone analizar, entre otros asuntos, el papel de la tecnología actual emergente en la esfera medioambiental y sus contribuciones, así como las repercusiones en la salud de la alimentación sostenible desde una perspectiva integradora que desvele las claves de una ética imprescindible para abordar los aspectos relevantes de un mundo que requiere grandes decisiones en el que pueda ser propicia la felicidad de la humanidad. Casi nada.

El futuro de nuestro planeta se encuentra en una encrucijada. Es, ahora o nunca más. Por ello Soriano reclama transformar “el antropocentrismo en el que milita un amplio grupo de miembros de la humanidad, en un respeto biocéntrico y una actitud ecocéntrica, porque son muchos los estudiosos de la situación ambiental que nos alertan de que probablemente hayamos superado el punto de no retorno. Hay que entender que es la vida la que está en juego. Independientemente del tiempo que tengamos para restablecer la normalidad, hay que actuar de inmediato”, alerta Jesús Soriano.

Si los países se comprometen con el Acuerdo de París, se requiere que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen el pico antes de 2025 para luego caer de forma rápida y profunda en los siguientes 30 años hasta casi desaparecer en la segunda mitad del siglo. Un informe del IPCC aconseja reducciones muy profundas —en algunos casos del 100%― del uso del carbón, el petróleo y el gas para 2050, cuestionando la política de ayudas públicas a estos combustibles fósiles. Para lograr que el calentamiento no sobrepase los 2 grados, las emisiones en 2030 deberán ser un 27% menores y un 63% en 2050, tomando como referencia las de 2019. Si se quiere cumplir con el objetivo de 1,5 grados, esa reducción debe ser del 43% en 2030 y del 84% en 2050.

Un colchón en su vida

En Europa se desechan 30 millones de colchones al año que, apilados, conformarían una altura 680 veces superior al monte Everest. Pedro Lozano, divulgador e impulsor del movimiento ‘química verde’, un nuevo concepto de la ciencia que tiene como base provocar el menor impacto ambiental posible, avanza que la espuma de poliuretano es el polímero más utilizado para la fabricación de colchones. En Europa existen más de 200 empresas que lo producen, pero solo hay un par de empresas dedicadas a la despolimerización del poliuretano y en España se está construyendo una. Estos residuos son simplemente enterrados o incinerados”, denuncia. Para Lozano, “el cambio de modelo de desarrollo, basado en el uso de materias primas obtenidas de fuentes renovables, y su transformación para la obtención de todos los bienes que necesitamos sin la generación de desechos o subproductos, junto con la utilización de energías renovables, es, sin lugar a dudas, el único camino para contener este deterioro permanente de nuestro planeta”.

Pero hace falta algo más. “Es necesario cambiar nuestros hábitos de vida, nuestro consumismo desaforado, y, esencialmente, introducir en nuestros procesos productivos la obligación del uso de material reciclado. Estoy hablando de una química circular. Son muchas las industrias que sintetizan materiales para nuestro uso cotidiano, pero muy pocas, y a veces ninguna, las empresas que se dedican al reciclado de los materiales”, añade el científico, cuya actividad investigadora ha estado relacionada con la tecnología enzimática, centrada principalmente en el uso de biocatalizadores para el desarrollo de procesos químicos verdes y sostenibles.

El catedrático emérito de Ciencias Químicas, Alberto Requena, se lamenta de que la relación de los humanos con la naturaleza se haya limitado a considerarla como un mero instrumento, lo que ha derivado en la sobreexplotación de sus recursos. “La visión antropocéntrica de los modelos que basan su contenido en la importancia de las personas como cúspide de la evolución hace que, lejos de considerar a la naturaleza como un valor intrínseco, se limite a un valor instrumental”, sostiene Requena, presidente de la macroárea de ciencias para la evaluación de proyectos de investigación de la Agencia Valenciana de Evaluación y Prospectiva (AVAP). “Estamos degradando nuestros valores al ir sustituyéndolos por nuevas concepciones en las que el utilitarismo se apodera de las posiciones deontológicas, y da paso a posiciones utilitaristas en las que el bien de determinados colectivos prevalece sobre el de la humanidad”, dice.

Atraso digital

Andrés Pedreño, emprendedor e investigador en Economía Digital, además de catedrático de Universidad en Economía Aplicada y doctor Honoris Causa por la Nottingham Trent University (Reino Unido), estima que “en el contexto actual, Europa es un alumno rezagado en la instrumentación del desarrollo tecnológico de las tecnologías frente a China y Estados Unidos. Este atraso digital está llevando consigo ya actualmente costes relevantes en términos de crecimiento económico y generación de empleos de futuro”.

Es el caso por ejemplo de la inteligencia artificial, donde la brecha entre la Unión Europea y China-Estados Unidos se agranda progresivamente sin que haya expectativas ciertas de corrección, a la luz de las políticas actualmente emprendidas. Y es que, para este experto, “el desarrollo de la inteligencia artificial es fundamental para acometer una agricultura y un medio natural regenerativo, una aceleración eficiente de la transición energética, unos flujos de transporte y logística ahorradores de energía, y en general, para avanzar en los retos de la huella de carbono y la economía circular”.

Pero el reto tecnológico debe tener para Jesús Soriano unas reglas, porque “no podemos conformarnos con ser meros espectadores de lo que la tecnología quiera hacer de nosotros como usuarios. La inteligencia artificial nos enfrenta en una batalla desigual con los poseedores de la tecnología, que usan nuestra ignorancia para formular sus propuestas al margen de nuestro criterio”, advierte Soriano.

Si uno observa la curva de evolución de la población mundial puede ver claramente que se mantuvo entre 100 y 900 millones de habitantes hasta mediados del siglo XIX, y, a partir de ahí, se ha producido un crecimiento exponencial, hasta llegar a los 7.500 millones de habitantes que hay aproximadamente hoy. Tanto la demografía, con una población urbana que crecerá hasta los 6.000 millones en 2050 según estimaciones de Naciones Unidas, como la economía, las grandes ciudades globales convertidas en actores capaces de competir con los Estados, plantean escenarios de extrema complejidad. Si a principios del siglo XX la esperanza de vida era de 37 años, hoy es superior a los 80 años. Pero el tamaño del planeta no ha aumentado, sus recursos siguen siendo los mismos y son limitados.

Si bien en muchas ocasiones los residuos químicos son los que han ocasionado graves deterioros al planeta, hay que admitir, según Pedro Lozano, que “la Química es la ciencia que más ha contribuido a la mejora permanente de nuestra calidad de vida. Voy a poner tres ejemplos significativos: la cloración del agua de consumo, la síntesis del amoniaco y la síntesis del primer antibiótico. La potabilización de las aguas de consumo mediante cloración ha sido probablemente la mayor contribución de la química a la humanidad, haciendo desaparecer las epidemias de cólera y disentería que diezmaron a la población durante siglos. Con la síntesis de amoniaco nacieron los fertilizantes artificiales, y, por tanto, se aumentó la producción agrícola de alimentos. Y con el descubrimiento del primer antibiótico y todos los demás que después han desarrollado los químicos, qué voy a decir que todos no sepamos…”